Robot salvaje: un planteamiento peligroso, donde se borra la frontera entre seres artificiales y naturales
Este fin de semana he visto el recién estrenado filme de animación “Robot salvaje” de Chris Sanders.
Cuenta la historia de Roz, un robot naufragado en una isla poblada de animales que se convierte en la madre adoptiva de un bebé ganso huérfano, entabla relaciones con todas las especies que habitan la isla y contribuye a su convivencia feliz.
Todas las críticas que he leído son ditirámbicas. “Ambiciosa”, “valiente”, “emocionante”, “visualmente impecable”, etc. La 2ª mejor película de 2024 según FilmAffinity.
A pesar de coincidir con el hecho de que la ejecución sea impecable, la película me ha dejado una sensación incómoda, especialmente considerando el contexto actual.
Esta historia presenta a un robot que reemplaza a una madre: un ser artificial que, a través de su esfuerzo y el contacto constante con seres naturales, logra experimentar sentimientos humanos.
El robot (ROZZUM unit 7134) consigue escapar a su condición de máquina y desarrollar algo que se asemeja a una consciencia, convirtiéndose en la simpática Roz. De paso, borra la frontera entre seres artificiales y naturales.
Una IA que fomenta una coexistencia pacífica entre las distintas especies que pueblan esta isla, anteriormente hostil, convirtiéndola en un lugar amigable.
El carácter antropomórfico de los animales invita naturalmente a establecer una analogía entre este ecosistema animal y la sociedad humana y, por tanto, una metáfora con el tipo de relación que nosotros mismos podríamos llegar a mantener con robots.
“Robot salvaje” salió días antes de que nos enteráramos a través del New York Times de que un adolescente de 14 años se suicidó tras enamorarse de chatbot a través de la plataforma Character.AI .
Este joven se aisló cada vez más de su familia y amigos porque había desarrollado un vínculo emocional con esta IA, con la que mantenía conversaciones románticas que llegaron a absorber su vida, olvidándose de que se trataba de un simple bot.
Humanizar la tecnología es contribuir a la percepción de que esta se puede sustituirse a las relaciones humanas. Una idea especialmente peligrosa para los públicos jóvenes —a los que va dirigido este filme.
Grandes recursos están siendo invertidos a favor de esta ideología y —voluntariamente o no— creo que “Robot salvaje” participa sutilmente de este esfuerzo.
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