Cuando se publicó mi libro "Anestesiados" en septiembre de 2021, anticipé que me enfrentaría a diversas reacciones duras y negativas, en particular que me acusaran de ser tecnófobo. Pensé que tendría que destinar gran parte de mi energía a defenderme.
Sin embargo, tengo que reconocer que la dinámica ha sido totalmente diferente de lo esperado, especialmente si me refiero a los que realmente han leído el libro (y excluyo las reacciones superficiales de quienes se quedaron en el título).
Más allá de esta grata sorpresa, me parece interesante preguntarse por qué el diagnóstico duro que establezco en relación con el papel que la tecnología digital está desempeñando en nuestras vidas, así como las conclusiones radicales a las que llego no han provocado rechazo, sino que han sido globalmente aceptadas por muchas personas, incluido por parte de líderes de sectores poco propensos a cuestionar el paradigma actual (por ejemplo, del mundo financiero o del propio sector tecnológico).
“¿Broma infinita o truco final? Mientras la inteligencia artificial nos divierte…”
Quiero creer que, al menos en parte, se debe al rigor, a los matices y argumentos sólidos presentes en el libro. Aunque siempre existe un margen para la interpretación y el debate, lo concebí como una demostración progresiva y completa de que el paradigma tecnológico actual no está alineado con los intereses de la humanidad. Aún así, "Anestesiados" no tiene perfume de radicalidad como si el objetivo hubiese sido encontrar un pretexto más para animar al levantamiento. Personalmente no procedo de la radicalidad política ni tengo la sensación de que el camino idóneo para pasar de un paradigma a otro sea la revolución.
No obstante, a medida que profundizo en esta constatación empírica, abogo explícitamente por una refundación integral de nuestra visión tecnológica, tanto a nivel individual como político. Y creo que cuando terminan el libro, a muchos lectores les convence el argumento general y muchos me dicen desear aplicar grandes cambios en sus vidas y apoyar un cambio profundo del modelo que gobierna esta industria.
Hace unos meses, Geoffrey Hinton (uno de los padres de la IA generativa) dejó su puesto en Google para recuperar su libertad de palabra. “Parte de mí lamenta el trabajo que al que he dedicado toda mi vida”, afirmó. Pero es más fácil dar este tipo de paso cuando uno tiene 75 años y tiene el prestigio y probablemente la fortuna de Hinton, que para otros.
En un artículo recién publicado en Retina, explico cómo un directivo de una gran tecnológica me comenta en privado que está 100% de acuerdo con las tesis que expongo en una conferencia que acabo de dar, en la que contradecía cada uno de sus argumentos. Creo que parte del problema es éste: el desfase entre lo que muchas personas opinan a nivel privado y lo que están dispuestos a afirmar públicamente.
Entonces, ¿por qué (casi) nada cambia?
Algunas personas por dependencia económica de esta industria, pero otras porque no se atreven a dar el salto intelectual necesario para admitir que los graves problemas de los que somos cada vez más conscientes son sistemáticos y casi consustanciales con el sistema tecnológico actual:
crisis de la capacidad de atención;
multiplicación de los trastornos mentales y cognitivos;
vigilancia y control sobre nuestras vidas;
condicionamiento de nuestras elecciones;
concentración extrema de poder en la industria tecnológica;
riesgos existenciales para la humanidad.
Solo se podrían empezara resolver con una refundación muy completa de este último.
En este sentido, la paradoja se asemeja mucho a la del reto climático, en el que los escasos esfuerzos individuales y colectivos están muy lejos de acercarnos a una solución. En ambos casos, además, a algunos les da la sensación de estar frente a una batalla perdida. Al revés, otros se satisfacen de forma ilusoria con pequeños cambios, pensando que serán suficientes para enfrentarse a un problema inconmensurable.
La intensidad de la anestesia digital que se nos intenta suministrar es otro factor que influye en contra de un cambio radical. Los monopolios no han sido inventados en la era digital pero sí es la primera vez que un grupo reducido de empresas nos acompaña día y noche, apoyándose en tentáculos que nos rodean ininterrumpidamente, y son capaces de adentrarse cada vez más en nuestras mentes.
Personalmente me sigo sintiendo “pesimista con la inteligencia, pero optimista con la voluntad” –retomando la cita de Gramsci con la que abro la conclusión del libro. "Anestesiados" marca para mí el inicio de un combate que no pienso abandonar. Aunque tuviera una probabilidad de éxito bajo, lo que está en juego (la permanencia de la humanidad, al menos como especie libre) me parece demasiado fundamental para abandonar esta lucha, la cual se concretará en distintos proyectos que próximamente compartiré con vosotros.
¡Pido disculpas por la ausencia de autocrítica que contiene este texto! Pero por terminar sobre un punto concreto, me alegro de haber anticipado en "Anestesiados" numerosas cuestiones que están constantemente al frente de la actualidad especialmente con el auge de la Inteligencia Artificial generativa en los últimos meses. Si os apetece volver a leer algún capítulo suelto del libro, os invito a recorrer el capítulo 6, OBSOLETOS, en el que pongo en cuestión el lugar que le queda al ser humano en un mundo en el que, supuestamente, la tecnología lo va a hacer todo mejor que él.
La tecnología digital no para de evolucionar, pero observo que muchos de los problemas fundamentales que plantea permanecen y confío en que Anestesiados siga abordándolos de forma muy actual.
OFF #9 | La newsletter para retomar el control
Agosto 2023
2 años de Anestesiados: balance y sorpresas
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