¿Cuál es la relación entre el trading de alta frecuencia (HFT), la aspiradora Roomba y Terminator? Todas son máquinas autónomas. Etimológicamente, autónomo significa que se rige por sus propias leyes.
En nuestra imaginación, sin embargo, los robots son diseñados y dirigidos por humanos: al final, siempre habría un humano maniobrando detrás, directa o indirectamente. Sin embargo, el rasgo más distintivo de la revolución tecnológica actual es precisamente que los humanos están delegando en las máquinas lo que parecía improbable que hicieran: la capacidad de tomar decisiones, y sin que estas tengan que consultarle.
¿Hasta dónde competirá con nosotros esta nueva "especie"? Se trata de un tema inmenso del que sólo intentamos extraer algunas de las cuestiones más clave.
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Diego
OFF #2 | La newsletter para retomar el control
Enero 2023
Los famosos robots de Boston Dynamics ofrecen una brutal ilustración de la creciente autonomía de las máquinas
¿Por qué es difícil concebir la autonomía de la máquina?
La humanidad diseñó primero máquinas que permitían facilitar y automatizar tareas físicas (en especial en la agricultura, la construcción o la industria), y luego las intelectuales (calculadoras, etc.). Pero hasta hace poco, éstas respondían necesariamente a órdenes humanas y se limitaban a ejecutarlas. Por muy sofisticado que sea un robot tradicional en una fábrica, no puede adaptarse a una situación inesperada en la cadena de producción; una calculadora ejecuta lo que se le pide que calcule, etc.
Con el desarrollo de la inteligencia artificial (IA), en particular a través del «Machine Learning», se invita a los algoritmos a entrenarse rápidamente por sí mismos a partir de extensos bancos de datos, y bajo una escasa supervisión humana. Al mismo tiempo, la IA se “encarna” en robots cada vez más ágiles que le permite salir de los ordenadores para tener un impacto directo en lo físico. Sea cual sea su aplicación, IA y robots están llevados a interpretar la realidad por sí mismos y tomar decisiones que no estaban necesariamente contempladas por la persona que los programó.
Es la máxima fantasía prometeana: estas máquinas estarían a nuestro servicio sin que ni siquiera tuviéramos que darles órdenes. Pero los humanos ya no tienen la primera ni la última palabra. Al renunciar a lo que siempre habíamos conservado hasta ahora –la capacidad y responsabilidad de decidir– ¿somos plenamente conscientes de los términos de este pacto fáustico y de las consecuencias de esta nueva competencia para nuestra especie?
"Si se permite que las máquinas tomen sus propias decisiones, no podemos hacer conjeturas sobre el resultado de esas decisiones porque es imposible adivinar cómo se comportarán esas máquinas".
Bill Joy, informático emérito de Silicon Valley y cofundador del gigante Sun Microsystems
¿Dóciles maquinitas?
Nuestras vidas ya se están viendo afectadas por los robots y las máquinas autónomas. Uno de los ejemplos más populares es el robot aspirador Roomba, que se mueve, limpia, se vacía y se recarga de forma completamente autónoma. Esto suscita una serie de preocupaciones al margen del tema que nos ocupa, sobre todo en términos de recogida de datos (una mujer lo aprendió hace poco por las malas), Sobre todo porque su diseñador, iRobot, ha sido comprado por Amazon. Si no te parece que Roomba ocupa demasiado espacio en su casa, ¡espere a que crezca!
Las máquinas autónomas aún están en pañales, como si los humanos aún fuéramos los adultos a su lado y tuviéramos la última palabra. Pero ahora están en rodaje en diversos ámbitos:
Google, Tesla, Uber y otros buscan ser los primeros en el coche autónomo y ya están desarrollando flotas de taxis robot;
Robots semiautónomos cuidan de las personas mayores en Japon ;
Los perros policía y militares están siendo sustituidos por robots cada vez más autónomos;
Y los robots humanoides están apareciendo por todo el mundo, algunos con una agilidad asombrosa...
Es difícil establecer un umbral a partir del cual una máquina sea verdaderamente autónoma. Pero, ¿hasta cuándo tendrán un botón Off y se mantendrán dóciles? ¿Y cuál es el punto de no retorno antes de que seamos totalmente dependientes de ellas y sea demasiado tarde para apagarlas? Estas son algunas de las preguntas que desarrollo más a fondo en Anestesiados y que también podéis explorar en las referencias que indico más abajo.
55 %
Se trata del volumen de transacciones en los mercados de valores estadounidenses realizadas por algoritmos autónomos a través de la Negociación de alta frecuencia (HFT). Por tanto, la mayoría de las decisiones de compra y venta en los mercados financieros ya las toman las máquinas, a menudo fuera del alcance de la inteligencia humana. Estas cajas negras podrían ser ya responsables de desplomes de las bolsas, como el "flash crash" de 2010.
Los robots asesinos ya están aquí
El concepto de robot asesino es sencillo pero escalofriante: se trata de una máquina que mata sin requerir una autorización humana.
Y por desgracia, no se limita a la ciencia ficción: los sistemas autónomos de armas letales (SALAS) están en el centro de las preocupaciones internacionales. Aunque todavía no se han desplegado en el campo de batalla, ya se están fase de experimentación y son objeto de intensas negociaciones diplomáticas. Estas armas plantean dos cuestiones clave:
¿Podemos permitir éticamente que una máquina mate a seres humanos? ¿Medirá el paso que franquea en el momento en el que elimina una vida?
¿Seremos capaces de controlarlos? Si se vuelven cada vez más autónomos, ¿qué garantía hay de que no escapen incluso a quienes los despliegan?
Científicos y expertos llevan varios años dando la voz de alarma: la campaña de la ONG Stop Killer Robots es el mejor ejemplo. Este año, por primera vez, 70 Estados firmaron una declaración conjunta en las Naciones Unidas (incluido Estados Unidos) para avanzar hacia un marco internacional sobre sistemas de armas autónomas. Esta normativa es indispensable, ya que la llegada de robots asesinos constituiría una ruptura imprevisible en nuestra historia.
La máquina autónoma no pedirá nuestra opinión
Hay pocas dudas de que los robots autónomos se multiplicarán en las próximas décadas con tantos usos como los que la imaginación humana sea capaz de producir. Las consecuencias, sin embargo, son aún inciertas.
Cada día, la recogida generalizada de nuestros datos y su tratamiento por las IA allana el camino hacia un entorno que pronto podrán utilizar las máquinas autónomas. Nos estamos poniendo en manos de aparatos que ya no controlaremos y que no nos pedirán nuestra opinión... Por supuesto, es posible que todo salga bien... o no.
En el capítulo 9 (ELIMINADOS) de mi libro Anestesiados, me baso en estudios para esbozar tres escenarios en los que esta autonomía podría volcarse contra nosotros:
Accidente de laboratorio: al estilo de un virus, una IA escapa a sus creadores y abandona el entorno experimental donde debía desarrollarse de forma aislada, con consecuencias imprevisibles.
Interpretación errónea: una IA no interpreta correctamente un mandato humano. Por ejemplo, se le pediría que produjera el mayor número posible de lápices y, pensando que está haciendo lo correcto, moviliza toda la materia del universo para lograr este objetivo.
Hostilidad: la máquina empezaría a desarrollar sus propios objetivos y a seguir una agenda propia, así como una especie de instinto de autoconservación que la llevaría a oponerse a los humanos. Considerando que son un obstáculo para su desarrollo, podría intentar someterlos o eliminarlos.
"La IA no te odia ni te quiere, pero estás hecho de átomos que puede utilizar para otra cosa".
Artificial Intelligence as a Positive and Negative Factor in Global Risk, 2008
Eliezer Yudkowsky, cofundador e investigador del Machine Intelligence Research Institute
Entonces, ¿qué hacer?
Aquí propongo una respuesta todavía muy incompleta:
Individualmente. Tomando conciencia de lo que delegamos en la máquina, sobre todo cuando se trata de entregar lo que nos hace humanos: nuestra capacidad de elegir, de tomar decisiones y de relacionarnos con los demás. Nuestras elecciones son las que dan forma, cada día, a nuestra humanidad.
Colectivamente. Frente a una cuestión determinante para el destino de nuestra especie, no existe prácticamente debate. Es fundamental sensibilizar a los ciudadanos e invitar a los poderes públicos a crear las condiciones para mantener el control sobre estas tecnologías.
> La ONG Stop Killer Robots (mencionada anteriormente) está realizando una gran labor de información e influencia en la legislación internacional en este ámbito.
> También es posible movilizarse a menor escala: esto es lo que permitió el abandono de perros robot por parte de la policía de Nueva York.
Para profundizar en el tema:
Si tuviera que recomendar un único artículo, sería “Why the future doesn’t need us?” que Bill Joy publicó en WIRED en abril 2000 (“Por qué el futuro no nos necesita”, versión española aquí)
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¿Alguien pilota las máquinas autónomas?
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