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Junio 2024

Apocalipsis cognitiva en la Amazonia

¿Qué ocurre cuando una sociedad primitiva da el salto a internet de un día para otro? Esto es lo que describe un artículo del New York Times recién publicado, que da lugar a muchas reflexiones sobre lo que significa el progreso, las dinámicas globales y la naturaleza humana. 

En septiembre pasado, los marubo, pueblo indígena de la Amazonia brasileña, de 2000 miembros, que hasta entonces vivía prácticamente aislado de la civilización, accedió a internet. Ayudado por una ‘filántropa’ estadounidense, su jefe consiguió que se instalaran antenas de Starlink (empresa de internet por satélite de Elon Musk) para conectarlos. 

“Una herramienta que lo cambiaría todo en sus vidas, según la benefactora: Salud, educación, comunicación, protección de la selva”. 

Y sucedió lo que uno podía esperar: 

“Después de solo nueve meses, los marubo ya están enfrentando los mismos retos que por años han cimbrado los hogares de estadounidenses: adolescentes pegados a sus teléfonos, grupos de chat llenos de chismes, redes sociales adictivas, extraños en línea, videojuegos violentos, estafas, información engañosa y menores expuestos a pornografía.”

¿Es cuestión de tiempo para que la tecnología digital penetre sin límites en todos los rincones del planeta? Si algunos marubo aspiraban a tener internet, en un momento u otro, probablemente habrían accedido a él, con las consecuencias que fueran. Pero sobre todo, ¿realmente es internet el problema o podemos ser más específicos? 

De hecho, el artículo ha recibido críticas por dejar entender que este pueblo se había vuelto adicto a la pornografía, mencionando que algunos hombres habían adoptado comportamientos sexuales agresivos.

Fotos de los marubo, Victor Moriyama, New York Times

Apocalipsis cognitivo’ 

En su libro Apocalipsis cognitivo (Paisos, 2022), el sociólogo francés Gérald Bronner defiende una tesis original que el caso de los marubo ilustra de forma muy brutal. Bronner no utiliza el término “apocalipsis” para referirse al fin del mundo sino en su sentido original, el de revelación. Considera que internet —tal y como se utiliza mayoritariamente hoy— ha permitido identificar un invariante del cerebro del Homo Sapien: su avidez de información egocéntrica, agonística, ligada a la sexualidad o al miedo.  

Aunque siempre haya sido así, anteriormente esta sed de contenidos de este tipo se veía 

contrariada por todo tipo de regulación o trabas: censura, prohibiciones religiosas, obstáculos geográficos, límites de acceso a la información, paternalismo más o menos benevolente. 

Con la desregulación del “mercado cognitivo” que ha traído internet —donde la oferta y la demanda de este tipo de contenido se fluidifica— este principio ha salido a la luz. En el caso de los marubo, estas barreras han saltado de un día para otro, y con ellas, esta verdad. 

Impacto de una tecnología importada 

Existe un debate filosófico sobre si una tecnología tiene impacto en una sociedad o si, al revés, la sociedad es la que crea tecnologías que emanan de sus valores y sus normas. Creo que ambas dinámicas pueden producirse pero en este caso, tratándose de una importación completa, es obvio que domina la primera consideración. Y hasta cierto punto, lo mismo podríamos decir de lo que sucede en lugares alejados de los grandes centros de producción tecnológica, como es Europa, e incluso, la parte de Estados Unidos más alejada de Silicon Valley. 

El ejemplo de los marubo pone de manifiesto que la tecnología no es neutra, como algunos proclaman. No depende simplemente de los individuos usarla para bien o para mal, sino que en sí vehicula normas, valores y terminan condicionando una cultura. 

…los adolescentes navegaban por Kwai, una red social con sede en China. Niños pequeños miraban videos de la estrella brasileña de fútbol Neymar Jr. Y dos chicas de 15 años dijeron que estaban chateando con desconocidos en Instagram. Una dijo que ahora soñaba con viajar por el mundo, mientras que la otra quería ser dentista en São Paulo. Esta nueva ventana al mundo exterior dejó a muchos en la comunidad sintiéndose divididos.  

Algunos marubo temen que la llegada de internet afecte profundamente su cultura de transmisión, basada en la oralidad. “Todo mundo está tan conectado que a veces no hablan ni con su propia familia”, explica un miembro de la tribu, crítico de este despliegue. 

Incluso tecnologías importadas mucho menos potentes que internet son susceptibles de trastornar las bases de una sociedad. Esto ocurrió, por ejemplo, cuando llegó el espejo a las tribus del valle del Omo y abandonaron progresivamente la costumbre de pintarse las caras los unos a los otros, mientras que antes constituía una actividad social. 

Fotografía de Hans Silvester, del sitio web www.printempsdelaphotographie.fr

Hacedores del bien 

Otro aspecto de esta historia tiene que ver con el poder de individuos y empresas tecnológicas sobre una parte sustancial de la humanidad, teñido por intereses y, a veces, mucha ingenuidad. Internet llegó a los marubo “gracias a” los 15.000 dólares aportados por la estadounidense Allyson Reneau, la cual dijo:

“No quiero que la gente piense que estoy trayendo esto para forzarlos a aceptarlo. Espero que puedan preservar la pureza de esta increíble cultura porque una vez que desaparece, desaparece”.

Este wishful thinking acompaña algunos proyectos filantrópicos ligados a la tecnología, en los que el entusiasmo ideológico hace que se considere una determinada innovación como uno desearía que fuera, y no como es de verdad, sin un estudio previo de los riesgos e implicaciones de su despliegue. 

Por otro lado, en este caso, la llegada de internet ha sido posibilitada por el acuerdo concluido en 2022 entre Elon Musk y Jair Bolsonaro, entonces presidente del país. Una parte creciente del acceso (o no) a internet, especialmente en lugares remotos o en conflicto depende de un único individuo, que ahora ya controla el 60% de los satélites alrededor de la Tierra: 

“El ascenso de Starlink le ha dado a Musk el control de una tecnología que se ha vuelto una infraestructura crucial en muchas partes del planeta. La están usando tropas en Ucrania, fuerzas paramilitares en Sudán, rebeldes hutíes en Yemen, un hospital en Gaza y equipos de emergencia en todo el mundo.”

Internet sí, pero con botones Off 

Los estudios más recientes, incluidos los de Jonathan Haidt muestran que ni internet en sí, ni el teléfono móvil, tuvieron efectos perjudiciales notables en la salud mental de los jóvenes. Sí el smartphone. Parece ser que el problema tenga más que ver con la hiperconexión, la omnipresencia de la tecnología en nuestras vidas y el tipo de servicio que se usa —en especial, la “tecnología social”, la cual genera más aislamiento que conexiones entre las personas. 

Una de las soluciones pasa por reinventar este botón Off —leitmotiv de esta Newsletter. Afortunadamente, parece que los propios líderes marubo lo han entendido más rápidamente que nosotros. Conscientes de que internet “cambió tanto la rutina que fue dañino”, han decidido encenderlo solo 2 horas por la mañana, 5 por la tarde y durante todo el día los domingos. También se tendría que apagar durante todas las asambleas de la tribu. 

¿Qué botones OFF colectivos serían razonables para nuestras sociedades hiperconectadas desde hace más tiempo? 

Cuando leí el artículo de NYT recordé un viaje que hice hace unos meses por la región del Souss-Massa en Marruecos.  Me impactó ver cómo, una vez más, el smartphone había alterado el simple hábito de la contemplación de los nómadas.

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